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Alonso de Mendoza

(por Manuel Fuentes Márquez, historiador americanista)


Orígenes

Natural de la villa de Garrovillas de Alconétar (Cáceres), Alonso de Mendoza nació hacia 1510-1515 en el seno de una familia de buena cuna. Su padre Pedro Jofre, de origen zamorano, era hombre de confianza de los condes de Alba de Liste, patronos del pueblo cacereño; su madre Elvira López de Ávalos procedía de una familia algo acomodada de Cáceres.

Viaje a América

Sin mucho provecho que sacar de su solar de origen, las memorias de los primeros «garrovillas» que partieron con Nicolás de Ovando, y las buenas nuevas llegadas desde México y el Perú, incitaron al joven Alonso a embarcarse rumbo a América en busca de fama y fortuna.

Siguió los pasos de sus vecinos y en 1535, rondando los 25 años, cruzó el charco y se instaló en Veragua (Panamá) donde, alentado por las noticias del imperio Inca y los pobladores que de allí habían partido a la empresa pizarrista, decidió sumarse a la expedición más famosa del momento convencido de que podría cambiarle la vida.

Pizarrista, pero de Francisco Pizarro

Unido a la hueste de conquista, Alonso de Mendoza marchará hacia el sur, contribuyendo en el acrecentamiento de Quito (fundada en 1534 por Diego de Almagro), siendo nombrado alguacil mayor. Pero lejos de poder prosperar como quizás había imaginado, pronto el de Garrovillas se vio en medio de las rencillas acumuladas entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro, los dos grandes socios de la conquista del Perú. El alzamiento de Almagro arrastró a todos los conquistadores hacia una terrible guerra civil que sacudió los cimientos de la tierra de los viracocha (los incas).

Alonso de Mendoza no dudó ni un momento y tomó partido por Francisco Pizarro, por entonces gobernador del Perú. Y aunque en un principio los lealistas no creían tenerlas todas consigo, la decisiva batalla de las Salinas (1538), en la que participó Mendoza, terminó desbaratando la ilusión de los almagristas con una estrepitosa derrota y la posterior ejecución de su cabecilla.

Aparentemente pacificado el Perú, Alonso partirá junto a Pedro Anzures en una arriesgada expedición hacia la angosta región de los Chunchos (1538-1539), donde no hallarán más que terrenos escarpados y selváticos. El cronista Cieza de León describió aquella expedición como «la más lastimosa e congojosa que han hecho en todas las Indias, pues faltaron más de la tercia parte de los españoles, muertos todos ellos de hambre». A su regreso, el extremeño se afincó en la región de La Plata, en la cual gozaba de un repartimiento de indios y tierras.

Pero el asesinato de Francisco Pizarro a manos del hijo de Almagro y sus partidarios llevó a Alonso de Mendoza a tomar nuevamente las armas y, en compañía de Anzures, partir en ayuda de los pizarristas en la nueva guerra civil que acababa de abrirse. Mendoza se destacó como capitán muy principal y su actuación fue determinante en la batalla de Chupas (1542) en la que finalmente fue derrotado Almagro «el Mozo».

¿Traidor o leal a la Corona?

Nuevamente calmadas las aguas tras una terrible guerra civil, la Corona se dispuso a asentar su poder a través de funcionarios reales y nuevos cargos que apartasen las peligrosas pretensiones de los conquistadores más ambiciosos. Fue así como en 1542 llegó al Perú Blasco Núñez de Vela, primer virrey de la demarcación, junto a su nueva Audiencia. Núñez de Vela era el alter ego de Carlos V, su viva representación, y consigo traía un nuevo documento legal que llegaba a las Indias para regular el trato a los indígenas: «las Leyes Nuevas». Incitadas por Bartolomé de las Casas, este nuevo marco legal pretendía, entre otras cosas acabar con el sistema de encomiendas, principal recompensa y aspiración de todos los conquistadores que habían prestado su esfuerzo económico y personal en las distintas empresas de conquista.

Lo que partía como una medida más humana de liberación a los nativos se convirtió irremediablemente en una afrenta al prestigio y trabajo desempeñado por los viejos conquistadores. Aquel entuerto pronto estalló en una nueva guerra civil cuando la mayoría de conquistadores y encomenderos, con Gonzalo Pizarro a la cabeza, se levantaron contra el virrey Núñez. De esta guisa, también afectado, Alonso de Mendoza tomará partido por Gonzalo Pizarro y participará en la sublevación que se cobraría la cabeza del virrey.

Nombrado teniente de La Plata, Mendoza será leal a Gonzalo Pizarro hasta la llegada de Pedro de la Gasca, el clérigo enviado por la Corona con todos los poderes y la anulación de la restricción de las encomiendas para sofocar la revuelta. Consciente de la determinación del emperador y la fuerza del contingente de la Gasca, Alonso de Mendoza se convenció para cambiar de bando y poner su influencia y dotes militares al servicio de los realistas, haciéndose valer en la batalla de Jaquijahuana (1548), en la que el ejército de Gonzalo se pasó al bando realista y los cabecillas de la rebelión fueron hechos prisioneros y decapitados al día siguiente. La nueva redistribución de los repartimientos, cargos y encomiendas contentó a buena parte de los reconciliados con la autoridad real, entre los que se encontraba Alonso de Mendoza.

Su propia expedición

Alonso de Mendoza fue gratamente recompensado. Además de nuevas tierras y vasallos, Pedro de la Gasca le concedió una renta de unos 2.000 pesos de oro al año (unos 5.301.200 euros a la conversión actual). Del mismo modo, para mantenerlo alejado del foco de poder y concentrar sus actividades en otro lugar, le encomendó la tarea de formar una expedición que fundara una ciudad para consolidar la presencia española al este, entre los territorios de Cuzco, Charcas y Potosí, y que sirviera como lugar de paso y descanso entre estos tres centros de enorme magnitud.

Tras varios meses de jornadas, atravesando parte de los andes y buscando un lugar propicio, Alonso de Mendoza llegó a lo que parecía la ubicación ideal para fundar villa. La demarcación elegida se situaba junto a una hondonada del altiplano boliviano, en el plácido valle de Chuquiabo, atravesado por el río Choqueyapu. El lugar haría justicia al nombre con el que Alonso de Mendoza bautizó a la ciudad el 20 de octubre de 1548: Nuestra Señora de la Paz (La Paz). Primer corregidor del municipio, Mendoza se haría cargo personalmente de ordenar el trazado de la ciudad, disponer las primeras tareas y repartir los principales cargos para su gobierno y administración de lo que parecía ser un próspero asentamiento que en muy poco tiempo alcanzaría un dinamismo inimaginable.

El conquistador desaparecido

Tras la fundación de la primera gran ciudad boliviana, Alonso de Mendoza trabajó varios años más en su engrandecimiento y administración. Sin embargo, una enfermedad lo alejó de su tarea de gobierno en 1551, marchándose a su encomienda de Tipuani tras la obtención de un permiso real que le otorgaba cuatro años de descanso.

Nada más volvió a saberse de él. Nunca regresó a España ni volvió a dar signos de vida que quedaran para la Historia. La única certeza acerca de su final nos la da un documento de su hermano Juan de Ávalos, donde se recoge que el fundador de La Paz, Alonso de Mendoza, aquel quien se batió con efecto y habilidad en las guerras civiles del Perú, partió de este mundo hacia 1553.

saber más

«Los hermanos Alonso de Mendoza y Juan de Ávalos (fundadores de La Paz y Santiago de Chile), nacidos en Garrovillas de Alconétar» Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXXI, Número III, pp. 1891-1948. Serradilla Martín, C, Martín Nieto, D, Molano Caballero, S. (2015).

«Diccionario Histórico biográfico del Perú». De Mendiburu, M. Lima, Imprenta de J. Francisco Solís (1880).




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