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Francisco Pizarro

(por Esteban Mira Caballos, historiador, escritor y profesor, especializado en el descubrimiento y la conquista de América)


Nacimiento y juventud

Francisco Pizarro nació en la ciudad cacereña de Trujillo en torno a 1478, siendo hijo ilegítimo del capitán Gonzalo Pizarro «el Largo» y de Francisca González, esta última de extracción humilde.

Era tío lejano de Hernán Cortés, pues compartía con este unos rebisabuelos, Hernando Alonso de Hinojosa y Teresa Martínez Pizarro.

El conquistador trujillano vivió su infancia y juventud como un hidalgo pues siempre fue reconocido como un miembro de la estirpe de los Pizarro.


Casa Museo de Pizarro (Trujillo).

Viaje a América

Desde muy joven se inclinó hacia la carrera militar, y en 1502 se embarcó en el cuarto viaje de Cristóbal Colón, arribando a La Española en 1504, donde coincidió durante varios años con su sobrino Hernán Cortés.

Tras varios años aciagos en la isla, en 1509, se enroló en la expedición de Alonso de Ojeda que fue a poblar a Urabá y Veragua. Durante varios años estuvo en el istmo de Panamá, fogueándose en la guerra indiana, estando presente junto a Vasco Núñez de Balboa en la jornada de 1513 en la que avistaron por primera vez el océano Pacífico. Asimismo, en 1519 se encontró entre los fundadores de la ciudad de Panamá.


Placa reconociendo la participación de Pizarro en el descubrimiendo del Pacífico con Balboa (Trujillo).

Expediciones al Sur

El 20 de mayo de 1524 era ya un rico hacendado cuando firmó una compañía con sus amigos Diego de Almagro y el clérigo Hernando de Luque para organizar una expedición hacia el sur, con el objetivo de encontrar unas tierras que se decían que eran ricas.

Aunque la jornada fue un desastre, en 1526 organizaron una segunda jornada, alcanzando las costas del actual Ecuador, donde protagonizaron la hazaña de los Trece de la Fama. En la isla del Gallo Pizarro trazó una línea en el suelo con su espada y expreoó: «Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere» . De los ciento doce hombres decidieron permanecer un grupo de trece españoles con Pizarro al frente, a la espera de víveres y refuerzos desde Panamá.


Escena de los trece de la fama (ayuntamiento de Trujillo).

Tras conocer la ciudad de Tumbes, que fue descrita exageradamente por Pedro de Candía como palaciega, el trujillano decidió acudir personalmente a la corte para obtener una capitulación de conquista de aquellos prometedores territorios.

La conquista del Tahuantinsuyo (Imperio inca)

Obtenida la capitulación, que se fechó en Toledo el 26 de julio de 1529, regresó al Perú, deseoso de organizar una tercera jornada para adentrarse y conocer las riquezas de aquellas tierras nunca vistas hasta entonces por los europeos.

Junto con sus hermanos Hernando, Juan y Gonzalo, regresó a Tumbes, en el norte del Perú, donde supo que se libraba una guerra civil entre Atahualpa y su medio hermano Huáscar, debido a la prematura muerte del Inca Huayna Cápac. Esta disputa entre los propios incas y la cohesión de la hueste, que respetaba ciegamente el liderazgo del trujillano, fueron determinantes en la rápida caída del mayor imperio de la América Prehispánica.


Estatua de Atahualpa en la entrada del Palacio Real (Madrid).

Pizarro aprovechó la ocasión para firmar una alianza con Atahualpa quien aceptó reunirse con él en Cajamarca. Los españoles le prepararon una encerrona pues se escondieron en los edificios que rodeaban la plaza, saliendo sorpresivamente con toda la caballería y la artillería de que disponían. Los incas, que no estaban preparados para un ataque sorpresa, salieron despavoridos al tiempo que su líder caía en manos de los españoles sin sufrir daño alguno. En este episodio fue gran protagonista el conquistador extremeño Hernando de Soto. Todo ello ocurrió un 16 de noviembre de 1532, comenzando la conquista del Tahuantinsuyo con jaque mate.

Pizarro mantuvo a Atahualpa cautivo durante varios meses, mientras negociaba con él y esperaba refuerzos españoles para asegurar su posición en Perú. Durante su cautiverio, Atahualpa se convirtió al cristianismo y trató de convencer a sus captores de que lo dejaran en libertad a cambio de una ingente cantidad de oro y plata. Los españoles no pudieron negarse a la oferta, pero, pese a pagar el rescate, se le hizo un juicio sumarísimo en el que se le imputaron varios cargos, entre ellos el asesinato de su hermano Huáscar, siendo finalmente condenado a muerte. El 29 de agosto de 1533, Atahualpa fue ejecutado en la plaza principal de Cajamarca, algo que marcó el comienzo del rápido desmoronamiento del Estado Inca y el inicio del dominio español en la región.


Cuarto del rescate que Atahualpa colmó de oro y plata para pagar infructuosamente su rescate (Cajamarca).

El gobernador

Inicialmente Francisco Pizarro había fundado la ciudad de San Miguel de Tangarara (1532) para tener un refugio en la retaguardia. Pero, tras consumar la conquista, se dedicó a fundar o a refundar numerosas urbes, entre ellas: San Francisco de Quito (1534), Jauja (1534), Trujillo (1535), la Ciudad de los Reyes -actual Lima- (1535) y San Cristóbal de Huamanga (1539).

Inicialmente estableció el gobierno en Jauja, pasando en breve plazo a la Ciudad de los Reyes (hoy Lima), en tierras del curaca Rímac, en la ribera de ese mismo nombre.


Retrato de Pizarro por Amable-Paul Coutan, 1835.

Desde la capital administró la gobernación de Nueva Castilla -germen del futuro virreinato del Perú-, enfrentándose a una serie de rebeliones indígenas, incluyendo la liderada por Manco Inca en 1536 que puso en jaque lo mismo a Cusco que a la propia Lima.

En los últimos años de su vida, Pizarro se había enemistado con muchos de sus antiguos compañeros de expedición, especialmente con su antiguo amigo Diego de Almagro, que desde 1528 se había convertido en un rival político. En 1538, Hernando Pizarro ejecutó al mariscal Diego de Almagro, quien había sido capturado después de la derrota de sus seguidores en la batalla de las Salinas. La muerte de Diego de Almagro creó un gran resentimiento en su hijo del mismo nombre, que se dedicó desde entonces a conspirar contra el gobernador.


Estatua ecuestre de Pizarro (Trujillo).

Su muerte

En 1541, Diego de Almagro el Mozo lideró una revuelta contra Francisco Pizarro que se personaron en su palacio de la Ciudad de los Reyes y lo asesinaron, asestándole varias estocadas. El magnicidio marcó el final de una era en la historia de América en la que el poder terminó pasando de los conquistadores a los funcionarios, especialmente a partir de la creación del virreinato del Perú.


Muerte de Pizarro por Jaén Arjona, 1856.


Fragmento de tela tradicionlmente relacionado con la camisa de Pizarro al ser asesinado (Museo del Ejército, Toledo).

A pesar de las críticas que se han formulado en torno a la figura de Francisco Pizarro, asesinado violentamente a la edad de 63 años, se le atribuye el mérito de haber asentado el dominio español en América del Sur, estableciendo las bases para la creación del virreinato del Perú. Una vida, pues, marcada por la aventura, las ansias de poder y la violencia, que dieron lugar al nacimiento del Perú mestizo.

La legendaria espada de Pizarro

Tras la muerte del conquistador del Imperio inca, su espada fue objeto de un destino de leyenda. Su hermano Hernando rescató la espada y durante siglos se mantuvo en su Trujillo natal, custodiada por el Marquesado de la Conquista.

Se decía que esta arma poseía poderes místicos. En el siglo XIX el aventurero escocés John Downie, tras una velada con los VIII Marqueses de la Conquista, tiene conocimiento de la espada, y logra persuadir a los herederos de los Pizarro para que se la cedan con el fin de que esta siga dando victorias a España.

El temerario escocés luchó en la Guerra de la Independencia contra los franceses con su escuadrón «Los Leales de Pizarro», que posteriormente dio origen a la «Leal Legión Extremeña».

En el transcurso de esta guerra, en el sevillano Puente de Triana, Downie enarboló la espada de Pizarro y arengó a sus hombres contra los franceses. Aquí resultó gravemente herido, pero logró arrojar la legendaria espada a sus hombres para que estos la pusieran a salvo.

Diez años después Downie volvió a blandir esta arma en la Guerra Realista, apoyando a las guerrillas sublevadas defensoras de Fernando VII contra los liberales. El escocés acabó hecho prisionero y los liberales se hicieron con la espada de Pizarro.

Pasados unos meses esta reliquia acabó depositada en la Armería Real de Madrid, donde hoy podemos contemplarla junto a la de Hernán Cortés.


Espada de Francisco Pizarro (Armería Real de Madrid).

Para saber más

«Breve historia de Francisco Pizarro». Barletta Villarán, Roberto. Madrid, Nowtilus, 2007.

«Pizarro» (2 volúmenes). Busto Duthurburu, José Antonio del. Lima, Petroperú, 2000.

«Francisco Pizarro. El hombre desconocido». Martín Rubio, María del Carmen. Oviedo, Ediciones Nobel, 2014.

«Francisco Pizarro. Una nueva visión de la conquista del Perú». Mira Caballos, Esteban- Barcelona, Crítica, 2021

Ocio y entretenimiento

«Casa Museo de Pizarro».Visita la casa museo de este ilustre personaje (Trujillo).




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