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Nicolás de Ovando

(por Manuel Fuentes Márquez, historiador americanista)


Orígenes

Nacido hacia 1460, Brozas y Cáceres se disputan el lugar de nacimiento de Nicolás de Ovando, aunque los expertos se decantan por la capital provincial. Tuvo la fortuna de venir al mundo en una familia bien asentada. Su padre, Diego Fernández de Cáceres y Ovando, era hombre de corte y de guerra, un capitán experimentado que había servido al rey Enrique IV y mostrando lealtad a Isabel la Católica en la Guerra de Sucesión Castellana contra Juana «la Beltraneja». Por ello, no es casualidad que su madre, Isabel Flores, fuese dama de la reina castellana.

Fue el segundo de cinco hermanos, la casa de la familia era el actual palacio de las Cigüeñas de Cáceres. Nicolás se crio en un ambiente cortesano con una marcada fidelidad hacia la figura de los Reyes Católicos y una honda educación cristiana que marcó de sus valores. Tuvo que ver en esto su temprana vinculación con la Orden de Alcántara, de la que, con apenas 18 años, fue nombrado comendador de Lares (en la actual comarca de la Serena).


Casa de Ovando (palacio de las Cigüeñas de Cáceres).

Viaje a América

1487 marca un punto y aparte en la vida de Nicolás. Ese año fallece su padre y ese mismo año los Reyes Católicos le encomiendan la tarea de acompañar al príncipe Juan, futuro heredero de Castilla y Aragón, como preceptor en una especie de corte. Sin embargo, la temprana muerte del futuro rey en 1497 truncó los planes de los monarcas y la oportunidad de Nicolás.

Sin embargo, los reyes no se olvidaron de él. Lo nombraron visitador de su Orden y bajo este cargo se involucró en la reconstrucción de Alcántara, afectada tras la Guerra de Sucesión, y en el gobierno de distintos pueblos. Su buen hacer le valió la oferta de su vida: América. En 1501, tras la mala administración del gobernador Francisco de Bobadilla y el continuado intento de alejar a Colón de la política ultramarina, los monarcas nombraron a Nicolás de Ovando: Gobernador y Justicia de «Islas y Tierra Firme» de Indias.


Estatua de Nicolás de Ovando (Santo Domingo).

Un comienzo difícil

En 1502 Ovando se embarca rumbo a La Española, actuales República Dominicana y Haití, a bordo de la armada de ultramar más grande que los Reyes Católicos habían fletado hasta el momento. Más de 1.550 hombres acompañaban al nuevo gobernador, entre los que se encontraban: Francisco Pizarro, Juan Ponce de León o Bartolomé de las Casas. Y aunque la mayoría no eran extremeños, el núcleo de confianza que acompañaba al nuevo gobernador sí.

Tenían estos extremeños un curioso apodo: «los garrovillas», al ser oriundos de la villa cacereña de Garrovillas de Alconétar y sus alrededores.

A su llegada, Nicolás no lo tuvo fácil. Se encontró con una revuelta indígena provocada por los abusos de Francisco de Bobadilla, hubo de hacer frente a cientos de muertes por la mala aclimatación de los españoles, y resistir la furia de un huracán que devastó por completo la ciudad de Santo Domingo.


Escudo de Nicolás de Ovando (conventual de San Benito, Alcántara).

El primer gobernador americano

El gobierno de Nicolás de Ovando marcó un antes y un después en el modelo de gobernación americana. Hizo valer la autoridad de la Corona: sofocó por la fuerza la insurrección nativa, pacificó los territorios hostiles de la isla y aumentó el control sobre los españoles para evitar desmanes y malos comportamientos.

Y aunque con Ovando se introdujo el sistema de encomiendas que repartía tierras y vasallos indígenas entre peninsulares, el gobernador buscó mejorar el trato a los nativos manteniendo algunos cacicazgos, concediéndoles derechos e integrándolos en la vida española. Es curiosa una orden suya que fomentaba los matrimonios mixtos, obligando a los españoles «relajados», que vivían amancebados con hijas de caciques, a tomarlas por esposas y formalizar la unión. Quizás una de las primeras medidas legales en torno al mestizaje.

Otra de sus obras más notables fue la refundación de la ciudad de Santo Domingo, ubicada en un lugar más idóneo y trazada a regla y cordel en base a la ordenación renacentista que sería imitada en toda América: en forma de damero, en torno a una gran plaza central.


Villas fundadas por Nicolás de Ovando.

También Ovando fue pionero en las exploraciones caribeñas, destacando su iniciativa en la exploración de Cuba (de donde se dedujo que era una isla y no una península) y la conquista de Borinquen (Puerto Rico) por Juan Ponce de León.

«Olvídense del oro, piensen en la agricultura»

Aunque la promesa aurífera era el mayor de los imanes a la hora de atraer gente al Nuevo Mundo, tanto Nicolás de Ovando como el resto de españoles pronto descubrieron que los yacimientos de oro en el Caribe eran muy limitados. Es por ello que el gobernador enfatizó en el cultivo, la ganadería y la introducción de especies del Viejo Mundo, como la caña de azúcar.

Los primeros afroamericanos

En su gobernación también se produjo uno de los hechos más dramáticos de la presencia española en América: la mortalidad indígena. Y aunque Nicolás de Ovando trató de mejorar las condiciones de los nativos, no pudo extinguir ciertos abusos y el peor de los enemigos para una población insular: las enfermedades foráneas. En poco tiempo, la población nativa fue diezmada, ante lo que el gobernador hubo de buscar una solución importando mano de obra esclava africana. Estos fueron los llamados ladinos, negros catequizados y adaptados a las costumbres españolas previa estancia en la Península. Fernando el católico autorizaría en 1505 el envío de 17 destinados a las minas de cobre. Fue la primera llegada de afroamericanos al Nuevo Mundo.

El fin del «Primer Gobernador»

En 1508 Nicolás de Ovando será llamado de vuelta a España, siendo sustituido por Diego Colón (hijo del Almirante), cuyo matrimonio con María de Toledo y Rojas (sobrina del duque de Alba), le permitió recuperar la gobernación por la que tanto había litigado su padre.

Ovando llegará a España en noviembre de 1509 tras ser sometido a su correspondiente juicio de residencia, procedimiento judicial que juzgaba el desempeño del funcionario público a su vuelta a la península. Para entonces contaba con unos 49 años y había pasado algo más de un lustro de su vida dedicado a mejorar la administración ultramarina. En compensación a sus servicios, le fue concedido el cargo de comendador mayor de la Orden de Alcántara. Bajo este mando pasó sus últimos años en Brozas (Cáceres).

Nicolás de Ovando falleció en Sevilla el 29 de mayo de 1511, habiendo sido convocado por Fernando el Católico para participar en un capítulo de la Orden. Tenía 51 años. Sus restos fueron trasladados al convento de San Benito de Alcántara, para descansar eternamente en su tierra: Extremadura.


Sepultura de Nicolás de Ovando (iglesia del conventual de San Benito, Alcántara).



Lápida de Nicolás de Ovando.

Para saber más

«La gran armada colonizadora de Nicolás de Ovando, 1501-1502». Mira Caballos, Esteban (2014).

«Fernando el Católico y las Indias. Santo Domingo: La nueva frontera atlántica de los reinos castellanos». Mena García, María del Carmen (2017).

«Historia General y Natural de las Indias». G. Fernández de Oviedo, ed. de J. Pérez de Tudela, Madrid, BAE, 1959.


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